Encuentro de Verano 2024
En la entrada de este mes, os contamos cómo fue el Encuentro de Verano 2024 que vivimos el día 8 de junio en Madrid, a través de las palabras de Rocío, madre de Gadea y que pertenece a la Bandada, uno de los grupos de duelo de Vida y pérdida.
“Un curso más que se cierra con el esperadísimo Encuentro de Verano de Vida y Pérdida. Siempre que llega este día me levanto expectante por lo que deparará, las sorpresas que habrá, cómo resultará, y sobre todo por las vivencias que nos llevaremos grabadas en el corazón. Es, como se dijo durante la jornada, la fiesta de fin de curso de nuestros insustituibles. No creo que haya una definición más bonita que se ajuste mejor a la realidad que allí vivimos. Y es que nuestros hijos son el centro de esa celebración. ELLOS son los verdaderos protagonistas. ELLOS, que adornan ese corcho, que Belén y Araceli prepararon. ELLOS con sus preciosas caritas, reflejo de la lucha, fortaleza, resistencia y coraje que en sus vidas terrenales nos enseñaron a todos nosotros.
Si hay una palabra que defina el encuentro es maravilloso. Algo maravilloso resulta ser extraordinario y no hay duda, de que en este día se produce un hecho extraordinario: todos nuestros insustituibles juntos nos hacen partícipes y mensajeros de su Amor Eterno. Allí, en ese espacio tan íntimo creado por todos los padres y madres de los grupos de Vida y pérdida, brotan lágrimas, risas, recuerdos y profundas emociones. Y es así como, cada uno en su tiempo, con sus avances y traspiés, vamos aprendiendo en este proceso que, aunque difícil y doloroso, se acompaña durante muchos momentos de la fusión, con lágrimas y también con las sonrisas que tanto nos sanan y que son tan terapéuticas.
La posibilidad de compartir experiencias con otros grupos ha resultado ser muy enriquecedora, ya que a través de los pasos que ellos están realizando, podemos ser capaces de reconocer una parte del camino que algunos ya hemos recorrido y así ayudarles a seguir avanzando con un poco más de luz y esperanza, dándoles la mano entre tanta oscuridad y soledad inesperada y no deseada. Para ello, a lo largo de ese precioso día de unión, realizamos varias actividades:
La primera consistió en elegir de entre una serie de láminas, que reflejaban emociones o determinadas situaciones, cuál identificaba más el momento en el que creemos que nos encontramos. Así, cada uno pudo expresar cómo se siente en este punto del duelo y las razones que le llevaron a elegir esa imagen.
A continuación, se compartió desde cada grupo lo que había sido el curso compartido, empezando Belén y Araceli que nos leyeron los testimonios de varios hermanos que, como nosotros, han perdido a uno de los puntales de su vida. La visión que ellos nos trasmitieron no pudo ser más enriquecedora para nosotros como padres. Ellos abordaron lo importante que resulta nuestro autocuidado, porque, aunque seamos padres, somos vulnerables ante lo que nos ha sucedido y necesitamos ser conscientes de ello. También escribieron sobre la importancia de querer seguir viviendo, no sólo por los que se aquí se han quedado, si no también por nosotros mismos. Cuánto se aprende escuchando a los demás, cuánto consigues crecer con todas estas enseñanzas, a cuántas reflexiones nos abocan estas palabras.
Tras este momento dedicado a los hermanos en proceso de duelo compartimos juntos una deliciosa comida. Ya por la tarde se dio paso a la última actividad que consistió en profundizar sobre lo que recordamos más nítidamente de nuestros hijos o aquello que nos han enseñado y trasmitido. Aquí fluyeron muchísimas lágrimas al convertirnos todos en partícipes de este largo camino que todos recorremos desde que nuestros insustituibles echaron a volar.
Así llegamos al final de ese Encuentro Mágico. Momento de despedidas hasta la próxima reunión. Momento de agradecimientos por lo aportado y aprendido. Momento de concretar con una sola palabra: qué te llevas de una jornada tan especial como la vivida. Momento de reencuentro con los hermanos que nos han podido acompañar en este día de recuerdo y que son el legado de nuestros insustituibles. Momento de ver en sus sonrisas como la muerte no es el final, tan sólo el principio de una nueva forma de ser y de estar.
Todos los que caminamos por este largo proceso de duelo, todos nosotros, madres y padres, hemos estado presentes allí, aunque no hayamos podido asistir físicamente a este encuentro, porque los hilos rojos de nuestros hijos nos siguen uniendo estemos donde estemos, y vayamos donde vayamos. Ojalá que siempre sigamos acompañándonos para poder ser conscientes realmente de que todo lo que nuestros hijos nos enseñaron en tan poco tiempo, es lo más valioso que podemos tener: se llama AMOR ETERNO.
Gracias a Araceli y Belén por conseguir siempre que esté día sea tan especial y por guiarnos y ayudarnos a sanar y ser felices.”
Rocío, mamá de Gadea.