Medicalizar el duelo
Los psicofármacos son un apoyo importante a los problemas de salud mental, pero sabemos que la sociedad actual abusa de este recurso. Así lo declaran colectivos médicos y muchos de los profesionales que nos dedicamos a acompañar el sufrimiento y el duelo. Es una realidad que nos cuesta sostener nuestro dolor y el de los demás. Cada vez existe menos tolerancia a la frustración y, ante problemas cotidianos que alteran nuestro bienestar o ante circunstancias dolorosas como la muerte de un familiar, tratamos de paliar los efectos naturales de un duelo con medicación. Según la Organización Europea para la Cooperación Económica (OCDE), España es uno de los países que más antidepresivos consume, con una curva ascendente en los últimos 10 años. Los psicofármacos pueden ser un apoyo, pero es difícil encontrar el equilibrio en la sociedad actual.
El duelo es un proceso psicológico, emocional y natural, que vive una persona tras una pérdida significativa e irreversible. Generalmente hablamos del duelo por la muerte de un ser querido, aunque pueden producirse por otro tipo de pérdidas. La persona genera respuestas emocionales, somáticas, cognitivas y comportamentales que son naturales y que le van a ayudar a elaborar esta experiencia en su proceso vital. No se considera un trastorno psicológico, aunque si no lo elaboramos adecuadamente, se puede cronificar en el tiempo y derivar en ciertos problemas de salud mental, como ansiedad y depresión.
Aprender a identificar el dolor y tolerarlo es una de las tareas más difíciles en estos primeros momentos tras la pérdida; el dolor es muy desagradable y nos cuesta sostenerlo. La sola idea de no volver a estar con esa persona nos produce una gran angustia que nos desmorona, especialmente cuando se produce de forma inesperada y antinatural, como la muerte de un hijo, un accidente o un suicidio. En los primeros momentos, el dolor es inevitable y muy intenso, tanto que resulta hasta físico. Acoger las reacciones de dolor tras la pérdida y naturalizar las respuestas de las personas en los primeros momentos del duelo, es imprescindible para poder ayudarles.
Cuando el afecto hacia la persona fallecida queda bloqueado con la muerte, necesitamos aprender a tolerar estas sensaciones para poder aceptar la realidad. Tenemos que expresar emociones naturales y adaptativas que aparecen como tristeza, rabia, culpa… Se trataría de dar apoyo a través de nuestra escucha, presencia y compañía, para ofrecer comprensión, contención y protección, más que empezar por un tratamiento farmacológico. Éste, sin duda puede ayudar, pero también se corre el riesgo de taponar el curso natural de un dolor ineludible.
Desde nuestra experiencia atendiendo al duelo, nos encontramos con personas en fases de duelo agudo que tienen desde los primeros momentos la prescripción de antidepresivos, lo que bloquea el dolor natural que el proceso necesita y puede aumentar la sensación de irrealidad del propio impacto de la pérdida. Tal vez sea el desconocimiento de estas consecuencias o la frustración que vivimos como sanitarios, lo que nos lleva a la necesidad de hacer algo desde lo que conocemos y prescribimos: lo hacemos desde el impacto que nos produce escuchar su vivencia y para evitar el sufrimiento o la angustia con la que la persona acude.
Desde la clínica, podríamos decir que existen dos reacciones posibles cuando cuesta sostener el sufrimiento de los primeros momentos: por un lado, tomar distancia y prescribir un “no tratamiento” sin acoger las circunstancias, lo que deja al paciente con una sensación de mayor soledad. Y por otro, tratar con fármacos a la persona desde el síntoma como si el duelo fuera una enfermedad, cuando es una repuesta natural. Entonces, ¿cómo podemos ayudar a que la persona pueda calmar emociones tan intensas en los primeros momentos del duelo?
En este sentido, el modelo que plantean los psiquiatras Fernández Liria, A. y Rodríguez Vega, B. centrado en la persona, con el fin de validar su dolor y aceptar que tiene derecho a sentirse así. Nos acercaremos a su dolor desde la escucha activa mostrando impacto por su vivencia, para resignificar las necesidades y reestructurar algunas creencias de la sociedad: “hay que tirar hacia delante”, “si otros te ven mal, puedes aumentar su dolor”, “llorar es de débiles”...
Y ofrecer además información de recursos, disponibilidad y un seguimiento en el apoyo a lo largo del proceso. No olvidemos el peso que tiene la prevención a partir de los recursos de apoyo que ofrecen las comunidades compasivas con los centros de escucha, el acompañamiento profesional, individual y grupal, así como dar información sobre cuándo pedir ayuda.
La prescripción de medicación en el duelo no debería ser la primera opción. Pero es necesaria cuando los recursos propios y naturales de la persona no son suficientes y esta siente que su capacidad está tan mermada que ya no consigue sostener su vida, apreciando un cansancio excesivo, problemas de sueño, tristeza invalidante, angustia muy elevada o la falta de cuidados sobre uno mismo y/o el entorno.... Cuando la angustia o el bloqueo emocional son tan intensos, la medicación es imprescindible.